¡Ay Morris, donde estás!

Tanto como la realidad de la ciencia física ante un golpe o una caída que padezcamos, se hacen evidentes las palabras de sabios, científicos o famosos, invocados por cualquier situación que acontezca.

Durante casi los 92 minutos que dura el film "Esperando la Felicidad" (En attendant le bohneuf), una co-producción de Mauritania y Francia del 2002, proyectada en el marco del 2do. Festival de Cine Africano, mi invocación, casi como jaculatoria consistió en "Ay Morris, dónde estás".

Cómo agradecería la humanidad curiosa poder disfrutar de la palabra de Desmond Morris, zoológo y etólogo, libre de complejos de escrúpulos, de temores socioafectivos y de la necesidad de fraternizar con el "stablishment", en un foro abierto, en una entrevista por TV o prensa, para abordar la lamentable nueva tendencia humana de "mirarnos el ombligo".

La idea de este investigador que generaba en mí este mantra durante la hora y media de proyección fue:

"Los sencillos grupos tribales que viven en la actualidad no son primitivos, sino que están embrutecidos. Las verdaderas tribus primitivas hace miles de años que dejaron de existir. El mono desnudo es, esencialmente una especie exploradora, y toda sociedad que no haya avanzado ha fallado en cierto modo, se ha 'extraviado'. Algo ha ocurrido que le ha impedido avanzar, algo que va en contra de la tendencia natural de la especie a explorar e investigar el mundo que la rodea".

Tan claro estaba este hombre, y ahora yo, de la agresión que puede sentir el ser humano sensible a la verdad, que me atrevo a refugiarme su último párrafo de la introducción de su obra "El Mono Desnudo":

"Me doy cuenta de que al tratar estos problemas corro el riesgo de ofender a mucha gente. Hay personas que prefieren no ver su ser animal".

A los amigos que les caiga mal el discurso... no nos tomemos tan en serio como criaturas, hijos de Dios, animales racionales o como queramos llamarnos, y más bien tomémonos una birra para celebrar nuestra propia estupidez.